Comentario
Se admite la posibilidad de que por parte de los mesolíticos se produjera algún tipo de control de rebaño, prácticas de caza selectivas..., pero la verdadera novedad de este periodo es la domesticación de unas especies animales y su explotación intensiva por parte del hombre. La domesticación estaría definida, como en el caso de las plantas, cuando el hombre controla la reproducción, favoreciendo la posible selección artificial de la misma y con la existencia de cambios morfológicos y de comportamiento en los animales. Supone también la separación (parcial o completa) de los animales criados de sus homónimos salvajes.
La domesticación en el caso de Europa y Próximo Oriente se realiza en una primera fase sobre cinco especies, la mayor parte de las mismas de fuerte incidencia en lo económico. La primera especie domesticada, por parte de los cazadores, fue el perro, cuya función no parece tanto directamente económica como de tipo complementario. Dentro del periodo, la oveja (Ovis aries) y la cabra (Capra hircus) se domestican simultáneamente en la zona del Oriente Próximo. El estudio de la distribución de los progenitores (Capra aegagrus y Ovis orientalis) indica unas posibles diferencias regionales, dándose la domesticación de la oveja en las regiones occidentales y la de la cabra en la parte oriental, durante el VIII y VII milenios. Estas dos especies tendrán una rápida expansión en toda la cuenca mediterránea y en la globalidad del continente europeo.
En la zona oriental se produce asimismo la domesticación del buey (Bos taurus), a partir del uro (Bos primigenius), y del cerdo (Sus domesticus), a partir del jabalí (Sus scrofa), en torno al 6300 a.C. El primero ha sido localizado en las regiones del norte de Siria y el segundo en la misma región y en el sur de Turquía. Para estás dos especies se admite la posibilidad de una domesticación local en algunas regiones de Europa central o mediterránea (por ejemplo, la domesticación del cerdo en Córcega en el V milenio).
Así, resumiendo, si bien se observa una domesticación precoz en la zona del Oriente Próximo y una posterior expansión, hacia Europa, de algunas especies desde este núcleo por unas modalidades que son objeto de estudio y discusión (colonización, por tierra o mar, objeto de intercambio...); se admite, asimismo, con una documentación más rigurosa, la complejidad del proceso en Europa que incluiría una combinación evolutiva de domesticaciones locales y de importaciones técnicas o de rebaños.
La domesticación de estas especies contribuye de manera decisiva a los recursos de subsistencia de las primeras sociedades agrícolas. Así, en la mayor parte de asentamientos, la explotación de los animales domésticos siempre tiene una mayor importancia con respecto a los animales cazados. El éxito de esta incorporación se da, además, en la interrelación de estos animales con el ciclo agrícola (ovicápridos en las tareas de mantenimiento de desmonte, aprovechamiento de estiércol como abono, alimentación en productos agrícolas secundarios: malas hierbas, pajas de cereales...). A partir del III Milenio se dará la máxima rentabilización de la domesticación con el pleno aprovechamiento de los productos secundarios (leche, lana), si bien éstos ya eran utilizados anteriormente.
Se dispone de poca información sobre el régimen de la explotación de los animales. Se supone un régimen con cierta movilidad, aprovechando las diferencias estacionales para un mayor aprovechamiento de los recursos. Faltan, no obstante, estudios especializados, como el que podría constituir el conocimiento de la disposición de los animales domésticos. Así, en Europa central han sido descubiertos cercados para animales (Thayngen-Weir, Suiza) y en las regiones del Midi francés se ha establecido la ocupación de abrigos como refugio temporal de rebaños en la época cardial. Estas indicaciones, entre otras, proponen diversos modelos: una alternancia entre estabulación con proximidad de los poblados al aire libre o la disposición en el propio hábitat (hábitat danubiano) y manteniendo un régimen de trashumancia, abrigos y/o hábitats establos.
Las fuentes alimentarias que en otro momento eran el único recurso económico, principalmente la caza, la pesca y la recolección, son ahora actividades complementarias. La documentación de las mismas no solamente se da por el propio registro óseo, sino que se halla asimismo en la presencia de armas de caza (puntas de flecha, azagayas en hueso o cuerno de ciervo, arpones). Las variedades y su importancia varían según las diferentes regiones, observándose un progresivo descenso de las mismas a medida que las actividades productivas se hallan más consolidadas.
La pesca también es una actividad plenamente documentada en la mayor parte de los poblados orientales (Tell Sawwan...) o en Europa. Como en el caso de la caza, el registro evidencia este tipo de actividades; por ejemplo, en Europa central por el hallazgo de piraguas, fragmentos de redes, flotadores y pesos para la mismas, anzuelos de hueso, etc., aunque de manera general, el mejor y más extendido registro lo constituye la presencia de restos de peces (vértebras...) en los yacimientos.